Rincón del Deja Vu

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Cuánto tiempo habrá podido pasar, se preguntaba el joven de rizos marrones mientras que observaba su reloj, este indicaba ser las tres, pero el sol se encontraba en su plenitud.

Es el destino, supongo –Se dijo  para convencerse de que no había motivos reales que lo lleven a exaltarse o desesperarse.
Con todas las personas sensibles que ya había conocido en su vida, era inevitable pensar en lo patético que se vería si llorara ante su hogar destruido y en ruinas al a ciudad que lo vio nacer, cero rastros de humanos, cero rastros de animales, cero rastros de internet. Se dispuso a dar una caminata por lo que solía ser un ruin parque que abrazaba con fervor a los angustiados drogadictos durante las frías noches de delirio.

Puede ser que no, las palabras se repetían innumerables veces en su cabeza; puede ser que no, cada vereda abandonada y cada pista silenciosa solo le recordaba los momentos en los que salía a pasear; puede ser que no, su envidia hacia los no vírgenes se acrecentaba y le reclamaba a su moral el ser tan débil y dejarse llevar por un libro y una cruz; puede ser que no, pero verse ahí frente a un espejo y sabiendo que ha viajado miles de años en el futuro solo es un pequeño trago amargo; puede ser que no sea una desgracia.

Recogió unas piedras, partió unos palos, armó una fogata. Juntó unas rocas, amarro enormes hojas, las puso encima de las rocas, construyó un hogar.


Se dispuso a dormir y con el dulce, glorioso y agradable sonido de una porra golpeando los barrotes de su celda, se despertó. 

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